En ocasiones la vida te brinda oportunidades difíciles de dejar pasar por alto. A principio de año se me presentó una oportunidad, que tuve la suerte de disfrutar, gracias al ilimitado valor de la amistad, esa que rara vez, se puede decir que es auténtica y sincera.
Texto.- MATÍAS BARCO CABRERA. Y así, el pasado 3 de enero aterrizaba en Perú, acompañado de un encomiable amigo, en un viaje que intuía me depararía multitud de sensaciones y emociones que me harían regresar con mi interior enriquecido y fortalecido. Como así fue.
He de reconocer que entre las distintas impresiones que me produjeron determinadas visitas turísticas, una muy entrañable y gratificante fue comprobar, in situ, como en este pulcro país -PERÚ-, se quiere, se respeta y se considera la Fiesta de los Toros.
Es toda una apasionante y reparadora experiencia salir de tu patria, una España bronca, desorientada, manipulada, apagada, borde, triste, infeliz,…. (Gracias, en mi opinión, a una clase política desacredita, chula, mendaz, soberbia y malévola), y encontrarse en un Perú, con una sensibilidad suspirada hacia la tradición y el arte de los toros. Amén de las propias.
Y claro que es reparadora, máxime cuando en nuestra sufrida nación, determinados exaltados, así, como distintas gentes que viven de este mundillo, se prodigan en hacer un daño, que podría ser irreparable, a nuestra identidad taurina, sin ningún tipo de pudor ni vergüenza.
Entre uno de los muchos objetos que llegó a mis manos paseando por Miraflores, Lima, llegó un libro de Don Alfredo Silva-Santisteban Díaz, titulado “TRADICIÓN, ARTE Y TOROS”, donde substancia la sensibilidad y el reconocimiento del pueblo peruano, a una de las manifestaciones culturales más verdaderas del mundo. Este abogado, aficionado a los toros desde muy joven, hace reseñas interesantes en esta obra sobre “dos universos que van de la mano, el arte y la tauromaquia”.
El autor nos desvela el estrecho vínculo que ambas disciplinas guardan: “La idea de perpetuar la supremacía del ser humano sobre lo efímero. Al igual que el arte, la tauromaquia busca ser una danza con la muerte, una tradición que sobrevive porque es esa su naturaleza: rescatar el valor de la vida como un bien precioso que se le arrebata al tiempo”.
El escritor peruano deja algunos pasajes para la reflexión, máxime en unos tiempos donde los Toros no caminan por su mejor momento, en parte por la crisis que nos asola, y también, por la disposición de los enemigos de la Fiesta, que auspiciados en muchos casos por políticos desnivelados cometen la torpeza de olvidar la historia y querer hacer valer sus prejuicios, sus martirios, y sus frustraciones. Y desde luego, en significados casos sus intereses partidistas y/o nacionalistas.
“La tauromaquia es el dominio del toro con belleza, que comulga con el conjunto de ritos y liturgia inherente a ella. El torero es un artesano que aplica su tauromaquia en la ejecución de cada pase y con ello transmite belleza que es apreciada con placer por el publico.” Viene a decir don Alfredo Silva.
Los toros son un enfrentamiento entre toro y hombre, en el que prevalece la estética. Simboliza la lucha entre la vida y la muerte, el vencimiento del miedo al enfrentarse a un ser superior, entendiendo al toro como un animal que simboliza mítica religiosidad.
El escritor divulga en este libro que las corridas de toros “es la expresión de un pasado cultural, y en el Perú, forman parte integrante de nuestras tradiciones dentro de nuestra extensa diversidad cultural que se manifiesta en los festejos patronales en las diversas provincias de la costa y sierra peruana”.
En este libro igualmente descubro, que el español “héroe-villano” Francisco Pizarro, fundador de la ciudad de Lima el 18 de Enero de 1535, alanceó y mató un toro entre los años 1538-1540 en la Plaza Mayor de Lima, también llamada Plaza de Armas y donde tiene su sede el Palacio del Gobierno, para celebrar la derrota de los almagristas en la Batalla de las Salinas librada en las proximidades de la sublime e impactante ciudad de Cuzco, que recomiendo visitar.
Al parecer, así fue el inicio de una tradición que hoy forma parte de la mayoría de festejos patronales en Perú.
Y el sabor taurino en este bello país, también lo encuentras en las calles, en distintas obras de arte, exposiciones, y en tradicionales rincones gastronómicos de la ciudad de Lima, por el que pasaron tiempos atrás, dos ''califas del toreo'': Manuel Rodríguez “Manolote” y Manuel Benítez “El Cordobés”.
Que triste, y la vez grata, contradicción salir de tu país, y ver que en otros lugares tan lejanos la Fiesta de los Toros cuenta y mucho para sus gentes. En Perú profesan un gran respeto por la historia y las tradiciones, y así bien se recoge en el libro de don Alfredo Silva-Santisteban Díaz.
Y es que ya lo decía también otro hispano-peruano, el Nobel de Literatura Vargas Llosa sobre las corridas de toros. “Son una de las fuentes más ricas de inspiración que existen para todas las artes: literatura, música, pintura… Los que la combaten no se dan cuenta de que es una fuente extraordinaria de creatividad… Y de que está, profundamente arraigada en nuestra cultura”.
“Las corridas de toros nos recuerdan, dentro del hechizo en que nos sumen las buenas tardes, lo precaria que es la existencia y como gracias a esta frágil y perecedera naturaleza que es la suya, puede ser incomparablemente maravillosa”.
Y ¡olé! Aquí mientras tanto a lo que nos toca, a seguir resistiendo y estar en el banco de la paciencia. A seguir deshonrando lo nuestro, lo que otros enriquecen y admiran. Aquí, a seguir aguantado improperios e insultos hacia la cultura en general. Aquí, rodeados de “miserables y chorizos”, a seguir también metiéndole la mano a ”La Fiesta mas culta del mundo”, lo expresó García Lorca, y yo lo reafirmo.
martes, 6 de marzo de 2012
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