sábado, 8 de diciembre de 2012

Ricardo Robles: “Cuando entra a la enfermería un torero ya no es torero, es un paciente”

“Cuando un torero entra en la enfermería ya no es torero, es un paciente”.
El autor del titular es uno de los profesionales de la cirugía taurina más reconocidos de España, Ricardo Robles, que ejerce en las plazas de toros de La Condomina de Murcia, además de en Calasparra, Cieza y Abarán, y que el pasado martes, 4 de diciembre, fue el protagonista de los Martes Taurinos, la cita semanal con los toros del Club Taurino de Murcia.
Robles  lleva 35 años de actividad profesional y, como dijo Francisco Ojados, crítico taurino encargado de entrevistarle, es un hombre reconocido nacional e internacionalmente “que está al nivel de otras eminencias que hay en la cirugía taurina en España”. Sin embargo, el galeno prefiere hablar del grupo, no de méritos individuales. “Es una labor de equipo y tengo la suerte de contar con los mejores” en referencia a los doctores Sánchez Parra, Ayllón y Casinello, entre otros.
El cirujano comentó sobre unas imágenes las dependencias de la enfermería de La Condomina, que cuenta con una sala de curas además de un quirófano. “No conozco muchos empresarios de plazas de toros, pero puedo decir que Ángel Bernal siempre ha hecho sencilla mi labor y por eso lo tengo más como un hermano que como un profesional”, apuntó Robles, que destacó además lo bien preparados que están ahora los quirófanos.
Fue categórico a la hora de decir que ya no es posible que se repitan escenas como las vividas en la plaza de Pozoblanco tras la cogida de Paquirri. “Yo nunca hubiera permitido que hubiera 20 personas allí metidas y encima un señor grabando con una cámara. Cuando en su momento vi la situación que se generó allí pensé que ese paciente ya estaba perdido”.
Robles fue comentando además sobre vídeos de cogidas y fotografías de operaciones realizadas por él mismo los distintos pormenores de su labor y la “pasta especial” de la que están hechos los toreros. En el Martes Taurino estuvo presente uno, Pepín Liria, que dio fe del buen hacer del cirujano. Éste recordó la primera vez que tuvo que intervenir a Liria, cogido en una corrida de Victorino Martín en Santander. “Me encontré una pierna destrozada y si no le hubiéramos operado podría haber muerto en dos o tres horas. Pero en diez días ya estaba toreando en Vigo”. “Y en Huesca y Gijón”, puntualizó desde el público el matador.
La hemorragia y la infección, claves de una cornada
El cirujano citó por otra parte las dos claves a la hora de atender una cogida: la hemorragia y la infección que puede producirse horas después de una intervención. “Para que haya una recuperación precoz es fundamental que no haya infección. El cuerpo suele responder con rechazo a las operaciones y hay que tratar al paciente con antibióticos y corticoides para acelerar el proceso. Por eso están a los pocos días en el ruedo otra vez”, explicó.
Sobre la situación en la que llegan a veces a  Murcia después de haber sido atendidos en otra plaza, Robles reconoció que “si llegan bien tratados, ni les tocamos”. Pero contó una ocasión en la que no sucedió así, en concreto cuando la novillera Conchi Ríos fue cogida de gravedad en Rieumes (Francia). “El cirujano francés hizo una incisión solo en el sitio por donde entró el pitón, pero una vez que Conchi ya estaba en Murcia vimos que no se habían ocupado de otras dos trayectorias de la cornada, que iba de la ingle a la rodilla y se encontraba en un estado infeccioso pregangrenoso. Si no la hubiéramos atendido corría el riesgo de perder la pierna o incluso la vida”.
Robles comentó también otros percances de Rafaelillo, José Antonio Lavado, que sufrió una conmoción medular en la pasada Feria de Septiembre de Murcia, Rafael Tejera o César Jiménez. Sobre este último comentó que tras una cogida en agosto reapareció enseguida y estuvo toreando hasta noviembre, cuando se operó. Había perdido piel en la pierna herida y le cosieron de tal manera que la piel se necrosó, por lo que hubo de practicarle un injerto de piel procedente de la nalga para destensionar la rodilla.
“Es muy importante tener los conocimientos necesarios en cirugía torácica y vascular porque puede llegar un torero, como me pasó en Calasparra, con una cornada en el pulmón y tienes que reaccionar. Yo le salvé la vida a este porque lo llevé media hora metiendo y sacando el puño del agujero que la había hecho el toro en el costado para que pudiera respirar. Así hasta que llegamos a Caravaca, donde le operé”, relató el médico, quien reconoció que no había visto una corrida de toros hasta el año 80.
“Soy más cirujano que aficionado, pero disfruto de las faenas y de esa lucha entre el torero y el animal”, confesó Robles, quien afirmó sentirse “feliz” cuando acaba una corrida y no han tenido que intervenir y que solo ha ido a una corrida que no tenga que ver con su labor profesional, y fue la despedida de Pepín Liria en Las Ventas. Tampoco se mostró partidario de las tradiciones en los que no se respeta al animal y pidió más regulación de los encierros y los festejos para que no accedan a ellos personas “que no estén en condiciones”.
No obstante, no han sido pocas las veces en que los médicos de la plaza han tenido que atender en corridas y festejos a personas del público.
El presidente del Club Taurino, Alfonso Avilés, entregó un obsequio de recuerdo a Ricardo Robles, que congregó a un muy numeroso grupo de amigos y aficionados en la sede del Museo Taurino en el Jardín del Salitre.